Fiel Amigo...

No estoy solo,
ando conmigo.
He deambulado
desvalido tantas veces,
que aprendí
a acompañarme
y a mi defender.

Yo conmigo.

No solo.

Suficiente.

Y cómo me flanqueo.
Debo decirte,
que falta no me hace;
Yo soy solo,
siempre,
y así lo asumo.

El silencio de los otros
para eludirte,
tiene su encanto.
Vivir el placer de ser auténtico
y crecerse en lo propio.

Me siento feliz
con ese yo que eternamente
ha sido
mi entereza.

La soledad
tiene su embrujo.

Tu libertad, te hace,
que sola como yo
también
tú te acompañes.

Barrunto que el destino
nos depare inclemente su camino:
coincidir solitarios
en la ausencia


A tí, a quien nunca conocí.
Fortunato Hernández, un día como hoy 5 de Diciembre de 2008

En Solitario

Yo,
el amigo,
Yo,
el hermano,
hermano del amigo,
amigo del hermano.

Yo,
casi siempre,
el solitario.
Acostumbrado a ser
mi hermano mismo,
y en soledad,
al borde del abismo
convencerme
y hablarme
como amigo.

Yo,
mi hermano,
mi hermano amigo,
mi mismo hermano.

Yo,
en solitario.


Fortunato Hernández Sierralta.
Carora, 01 de Octubre de 2008.
A Pablo Arapé, Orlando Alvarez
y a Gerardo castillo,
hermanos del alma.

Amarillo y Marrón


Diluídos amarillo y marrón
sobre la tierra.
El agua los regó.
Y jugando a ser vida
se amalgaman, se juntan,
se comprimen, se esparcen,
se separan, se riegan.
Diluídos el diluvio ancestral
se los trajo.
Amarillo y marrón que se arcillan
bajo un sol calcinante.
Amarillo y marrón
de la tierra,
amarillo y marrón
que reciben
expandiendo sus átomos
la raiz del cardón
elevado a los cielos.
Que se muelen al paso del harado,
y en los surcos de marrón y amarillo
recibir la semilla,
acariciar el agua,
y desprender la vida hoja a hoja...

Mis manos se hundieron
en la tierra
y al palparlos...
presentí
que también mi mañana
tiene color
de amarillo y marrón...


Fortunato Hernández Sierralta

La Tarde


La tarde tiene un extraño
matiz rojizo y ocre,
los rizos de las nubes
se tornan vaporosos
y al trasluz que denotan
apacibles figuras
se divisa muy tenue
la redondez del sol.
la tarde tiene un matiz
de sangre y barro.
Pareciera que absorbió
el color de la tierra;
que bebió sus brebajes
y aspiró en lo profundo;
que se hundió entre sus grietas,
que se mojó en sus charcos
recogiendo sus ondas
y elevose de nuevo.
La tarde tiene color de tierra,
la tarde es tierra y sol,
principio y fin.
La tierra tiene color de tarde;
la tarde tiene color de arcilla,
la arcilla tiene color de sangre.
La sangre tiene el color
del alma de la tarde.

Fortunato Hernández Sierralta

Sabrás de mí...

Sabrás de mí cuando en el mar te bañes
y a las olas escuches conversar
cuando el viento marino al pasar
murmure mis recuerdos y me extrañes.
Sabrás de mi cuando el agua te moje,
cuando tu cuerpo desnudo al viento
tibio y frío a la vez viva el momento
de saber que agua soy y te sonrojes.
Y allí estaré, hecho sal y hecho bruma;
seré sol, ser arena, seré tu pensamiento.
Estaré entre la espuma, seré el viento
y en la noche de estrellas seré luna.
Sabrás de mi cuando del mar te alejes
y en tus pasos me lleves todavía,
seré el camino de tus nuevos días
seré tu sombra y así nunca me dejes.
Y vivirás en mí; ya no habrá calle
que no evoque el recuerdo de tu vida,
llevaré en mis antojos una herida
y habré de recordarte con detalle.
Sabrás de mí,
cada noche mi sueño viajará,
cuando dormida estés ser tu almohada,
tu sábana seré, y aunque olvidada
he de ser la palabra que un día te robé.
Sabrás de mí cuando escuches la radio
y me avisores
escribiendo vivencias y olvidado;
sabrás de mí cuando no esté a tu lado
y otro hombre se atreva a hablar de amores.
Y en cada amanecer seré tu compañía,
y en cadá despertar con fiel olor a olvido
herido y taciturno me encontrar perdido
con mi triste existencia y mi cruel agonía.
Sabrás de mí porque contigo iré.
Por mucho que lo evites me hago sombra;
ya mi vida te llama, ya mí vida te nombra
y aunque no me recuerdes, yo te recordaré.
Sabrás de mí nadie olvida sus pasos.
Soy camino.

Fortunato Hernández Sierralta
Carora, 13 de Abril de 1.989.

Humo soy

Cada vez más humo soy;
y en toda elevación de las cenizas
soy menos del lugar a donde voy
y parto cada día mas aprisa.
Así soy en tu vida, humo ligero
voluta gris que solo engendra sombras
y al recordar mi nombre si me nombras
culpables son tus ojos sí me vieron.
Humo soy, viajero inaccesible;
y cuando sopla el viento que me mueve
mi esencia inmensurable se conmueve
y me hago cada vez menos visible.
Humo soy en tu vida, solo eso,
voluta gris que solo engrendra sombras
castigas a tus labios si me nombran
y apartas mis memorias de tus rezos.
Y es la brisa que inventas mi agonía
esa brisa que alientas y que presiento,
soplas para alejar la vida mia;
y es que el humo se va cuando hace viento.

Fortunato Hernández Sierralta
Carora, 02 de Mayo de 1.989.

Oración


Oración

Madre… cuando muera…
tómame en tus brazos,
Báñame en tus besos cariñosos, puros;
ciérrame los ojos que han de estar oscuros…
cuando muera madre…
tómame en tus brazos.

Levanta mi frente hasta el infinito
y el dolor que sientas dámelo en la boca,
deja madre mía que se vuelva roca
que yo me la llevo al cielo bendito.

Ponme a mis hermanos a la cabecera,
junto a la mesita donde están los santos…
que no lloren, madre, quiero oír sus cantos
desde lo infinito por la vez primera.

Que extiendan sus manos tocando las mías
y aprieten mis dedos con su fuerza loca
que suspiros tiernos salgan de sus bocas
penetrando en mi alma con melancolía.

Que recen El Credo, El Ave María,
como cantos de himnos, lejanos y extraños,
pasarán oh madre, los lánguidos años,
morirán las cuitas en el alma mía.

Y estará en silencio toda la osamenta
cubierta de polvo junto al tiempo yerto;
tú verás oh madre que este amor no ha muerto,
te amaré en silencio, como estrella incierta.

Mas, no llores madre, que ese llanto mata.
no suelten tus ojos infernal dolor,
no ves madre mía que en la vida ingrata
la risa es un llanto cuando evoca amor.

Madre… Cuando muera,
que no estén los hombres formándote lazos,
ni estén las mujeres a tu alrededor,
que no estén los niños con los pies descalzos
y en la planta misma sentir el dolor.

Que estén las coronas de flores graciosas,
rojas, amarillas, verdes cual jardín,
y en la frente madre un blanco jazmín,
en la mano un lirio y en la boca rosas.

Y luego… en la tarde hacia el cementerio
por la calle alegre de aquella mi infancia,
donde todo paso era una esperanza
sin duda ni hastío: Ambrosía y misterio.


Llegada el final…la fosa ya abierta.
recen mi oración, el último anhelo;
la fosa cerrada, la fosa cubierta…
Padre Nuestro que estás en los cielos…

Madre…cuando muera…
de tu boca dulce arranca un consuelo,
pónmelo en mis labios con suave ternura,
dame de tus ojos la última dulzura,
tómame en tus brazos, levántame al cielo…

Fortunato Hernández Sierralta
Carora 27 de Junio de 1969

Extravío

Extravío

Hasta aquí
ha llegado mi olvido,
hasta el eco distante
de la voz que se fue,
hasta el quieto murmullo
de arrolluelo perdido
hasta el agua,
hasta el surco,
hasta el sueño que amé.
Hasta aquí
ha llegado mi olvido.
Ya no siento
no escucho,
no retengo la imagen,
el sueño que amé mucho,
el pasado distante,
el tiempo que añoré,
no me estremece el frío,
y la duda,
que abona
la estéril y ya muerta
pradera de mi fe
no me llama a la puerta,
no creo en el recuerdo
ya todo lo olvidé.
Hasta aquí
ha llegado mi olvido
hasta el eco distante
de la voz que se fue.


Fortunato Hernández Sierralta
Carora Marzo de 1976

El Viejo Mío



Letra y música de Eduardo Izcaray Yépez
Canta: Ignacio Izcaray Yépez

El Viejo Mío
es un pájaro extraño
en el planeta
Disparando ternura,
sonrisa y fiesta.
¡El viejo mío
en su eterna costumbre
de cometa
Se la pasa en el viento
con las estrellas.
Su piano,
cómplice fiel
de todos sus silencios
Quien sabe que secretos
calla sonriendo.
Y con razón,
de tanto y tanto dar amor
Parece un carrusel
su corazón.
El viejo mío,
sordo, loco y apóstol y poeta
No le sirve a este mundo
tanta nobleza
Cuando lo vea,
le dirá que sus hijos
y sus nietos
Aun que usted no le crea,
son lo más grande del universo.
Y si una vez,
por uno de esos raros espejismos
Le perdemos la pista
y no lo conseguimos
No hay que angustiar
seguramente no ha pasado nada
¡Andará por nosotros,
dentro de cada sombra
Cuidando con ternura su manada.
El Viejo Mío.